domingo, 4 de marzo de 2018

Talismán, bálsamo y estrella


En mi vida, salvo escuchar en el pasado algunas temporadas del notable Alejandro Dolina, debo admitir que no fui, y no soy, un hombre de radio. Tengo encuentros esporádicos con esta sintonía de la palabra, con esta dama que llega -más allá del nexo tecnológico (aparato de radio, celular, entre otros)- hasta nuestro pensamiento. Digo, o mejor, pienso, y aún más: imagino que la palabra nacida desde la radio llega siempre hasta el escucha a través de una poética del aire, del simple aire que también utiliza el pájaro para el vuelo, del aire simple del que se toma la flaca figura del álamo para jugar al viento. Una bondad de la naturaleza para la sociedad.
Fotografías de Evangelina Gálligo
Sabía del aire, y también sabía del viento, pero hoy sostengo que fue en la ciudad/río de Gualeguay donde mis almas, mis patrias internas, esos espacios de memoria no negociables donde se apuntala la identidad, terminaron de comprender la presencia y sustancia del aire y el viento. Saber de ellos desde la vida en la chacra gualeya es una de las maravillas que puede tener cada uno de los días. Y es precisamente este conocimiento, esta experiencia natural, la que por otro lado invita a ser oposición a todo aquello que atente contra el natural devenir del sistema de la naturaleza.
Si puedo saber del aire y del viento como mensajeros de la vida; si, como anoté, puedo ver la curva en el cuello del álamo, si puedo ver al pájaro, si puedo “ser” en el llanto amigo del sauce, si puedo abrir las ventanas de la casa al paisaje todo, si puedo elevar la mirada y saber del cielo de la noche y sus misterios. Si el otro día, después del final de lluvia, pudimos, junto a mamá Evangelina, enseñarle a Julia, nuestra hija, que en el cielo había dos arco iris para ver, para preguntarse qué es la felicidad, para, otra vez, “ser en el paisaje”, para “ser junto al paisaje”. Si pudimos ver en el jazmín cercano al churrasquero, la presencia ya no de un picaflor, habitués del jardín, sino de quien suponemos, por su tamaño, era un pichón de picaflor haciendo su primer vuelo: apenas una astillita de vida enganchada en el aire, en el viento. Si puedo, entonces, encontrarme en la contemplación a conciencia de la naturaleza, es inevitable sumarme a la crítica de las empresas que, desde distintos huecos oscuros, malnacidos desde el capitalismo salvaje, atentan contra nuestro hábitat. Anotaba hace unas semanas: el gualeyo bien sabe de olores nauseabundos adueñándose del aire, del viento.
La naturaleza es un sistema organizado para la vida, para el crecimiento en equilibrio. Y creo, nosotros, seres humanos, también somos un sistema organizado para festejar la vida, sin embargo, la historia junta cantidad de relatos tristes. Lo anoto siempre, el problema comenzó cuando un hombre se quedó con el pan que le correspondía a su hermano, cuando luego esa misma matriz de hombre se quedó con la moneda que le correspondía al otro. El hombre desbarrancado tras la obtención de poder y riqueza es el problema principal de esta sociedad humana. Y estos hombres, para lograr sus cometidos -muchos ya lo entendieron- hacen de la mentira y de la mala intención una forma de vida.
Vengo de una casa paterna donde siempre se intentó andar por el camino de la verdad. En casa era vergüenza quedar debiendo una moneda, era malo sacar ventaja a través de la mentira; supe del esfuerzo honesto, y lo mismo trato de transmitir a mi hija. Si hay un bienestar, que sea fruto del trabajo genuino, y no del engaño. Esta mi gran herencia que tanto agradezco.
Nunca fui un hombre de radio. Pero, en la chacra gualeya, también se puede crecer, y entonces lo intento con algo más de decisión, no está bien dejar de lado la radio; espío en la radio fm a través de un celular viejo, pero, lo dicho, escucho a través del aire, del viento que me une a la palabra, y agrego al silencio feliz que muchas veces me invita a saber qué dicen mis semejantes que hacen radio. Luego, escucho, estoy atento, y esta postura trae consecuencias, por ejemplo, esta escritura. Porque pensé en el aire y el viento, en su limpieza en felicidad, y al escuchar radio me di cuenta de que había un poco más de basura en el aire: porque el que trae la palabra, a veces, también huele mal.
Sucede en la radio madre -en las fm, en casi todas- de la ciudad/río. De día y de noche. A la hora de los malos fantasmas, son varios los poetas previsibles al servicio del interés supremo. Pero señalo ahora un caso. Se ofrece una especie de verdad entrecomillada cada mediodía. Un microprograma de 20 minutos después de las 13 hs. Desde el cuore de la selva brasileña llegan hasta el escucha desprevenido los rituales de los chicunas y sus misterios. La sabiduría de los maestros tiene en la presentación acento brasileño y sonido ambiente de ceremonia mística; luego habla el hermano conductor. El programa tiene al menos dos formatos: uno entrevistando a gente que acudió a una reunión para agradecer los dones recibidos, y el otro es a través de llamados telefónicos que llevan el mismo fin: agradecer al hermano: el nexo, el elegido por Dios para disponer las bondades que el supremo confiere a la pobre gente. El agradecido cuenta su historia, que como era de esperar conoce el hermano conductor; él será el encargado de dirigir el relato utilizando las palabras marcadas que serán repetidas por quien da gracias. Las historias relatadas son a las claras producto de invención burda, rápidas, se busca el efecto sobre el que escucha, a quien se lo piensa, se lo necesita: desesperado. ¿Cuáles son los motivos del desesperado que además es pobre?, porque mucho mejor es que quien caiga en las garras de esta “verdad” solo cuente con unas últimas monedas en el bolsillo y el alma. El dinero, su necesidad en todas las sintonías, es la madre de todo dolor. Un ejemplo de agradecido: el dinero que el hombre borracho se gastaba en alcohol y mujeres, el mismo dinero que no llegaba a la casa donde la mujer cumplía con el mandato: limpia, cocina, atiende al esposo, que entonces llega y grita que la casa es un desastre. Entonces el hermano le había quitado el daño recibido al pobre diablo que aún recordaba el día que había vuelto a la casa y la mujer no estaba; además, la muy bruja, se había llevado todo. Como dijo el hermano, sin “platica” hasta un caballo se aburre de la espera. Más allá del lugar que se le asignaba en el relato a la figura de la mujer, el hermano quitó el daño, y entonces el agradecido hablaba del regreso feliz, del cambio de suerte y, claro, como no podía faltar, la llegada del dinero. Entonces aquí aparece la llave de la puerta mágica. Puede que luego de abierta la susodicha puerta en los relatos aparezca nombrado algún microemprendimiento, aunque mucho no encaja la figura del trabajo cuando ya no hay necesidad de realizarlo. ¿Por qué?, pues porque sencillamente el hermano conductor invita, promueve, el juego de azar como medio para terminar con la malaria. Se ve que Dios le dijo que promueva la quiniela entre el rebaño. El hermano aclara que hay que encontrar los momentos favorables para intentar en el arte de la timba: biorritmo y astrología. Para ello es necesario contar con los tres elementos esenciales que no da natura. Aclara que no recibe pago por su trabajo. Luego avisa que no hace beneficencia: sí vende los materiales del cursito rápido y sin mayores revisiones: con esta verdad te alcanza, hermanito mío, que sos borracho, mujeriego, violento y, por sobre todas las cosas: sos pobre: pobre porque te hicieron un daño, no busques las causas en el accionar del capitalismo salvaje y sus asociados. El pobre por daño maligno y no por daño colateral en primera instancia a manos del sistema tiene, para salir de su condición, que comprar los materiales al hermano, subsidiado por Dios, que sabe del yeite de los chicunas. Las tres marías de la vida digna se encuentran en la asociación infalible de: talismán, bálsamo y estrella. El talismán para que la suerte en tu vida desesperada cambie así como así; el bálsamo para que te proteja de tanto agente de malignidad acechando a tu cuerpo (una mujer, gracias al bálsamo, bajo su peso de 140 a 84 kilos); y la estrella, y aquí el eslabón fundamental de la cadena con la que le dan salida al incauto, para que ayude en el juego y llegue la “platica”, así es como el hermano llama a la moneda. Es interesante prestar atención a las cantidades ganadas: 20, 35, y la mejor: 140 mil pesos, es decir, moneda lejana para el desesperado, pero a la vez imaginable, sustentable desde la tentación ¿de quién?, obvio, del que nada tiene, del que nunca tuvo nada porque nada más labura, y lo explotan desde siempre; claro que hoy sabe que lo dañó el maligno. Es interesante en esta especie que se transmite por el aire puro de la ciudad/río de Gualeguay, cómo el hermano cuida la quinta propia, el kiosquito que funciona cada tantos días frente a la terminal de micros. Entre los llamados de un día, hubo otra actuación para reafirmar el negocio. Quien debía agradecer llamó “imbécil” al hermano; sorpresa y no tanto; este señaló al supuesto infiltrado, pero haciendo uso de su valentía, supongo también recibida de Dios, lo invitó al ruedo; el agresor continuó descalificando; el hermano lo descubre enseguida: “eres de una secta”, y después, cuando el agresor afirmó que ellos tenían el poder, el hermano lo tildó de “engendro del demonio”; salió al aire otro supuesto llamado de agradecido que defendía al hermano; pidió al maligno que callara porque él era la prueba de que el hermano decía la verdad. Porque el hermano locutor dice, al comenzar el programa, que el mismo es una tribuna de la verdad.
¿Verdad?, es desde todo punto de vista una estafa. Me dirán que estamos hasta el cielo de estafadores, pero en este caso el dolor es mayor. Porque la mentira viene atada, dirigida, a la esperanza, a lo poco que puede quedarle de ella al desesperado pobre. Es el golpe de gracia a una historia triste. Es pensar en el otro para joderlo. Es cierto, los estafadores de la palabra abundan, todo es interés en este mundo veloz y miserable, y entonces pienso, me digo: que no todos somos así. Y luego me pregunto por las radios, ¿alcanza el descargo, el rezo, antes y después de lo que a las claras es una publicidad malintencionada? ¿Alcanza que el locutor de la radio de voz tan clara, en una radio fundamental para la mayoría de los habitantes de la ciudad, diga: “Fue un espacio exclusivo contratado. Los mensajes emitidos quedan bajo exclusiva responsabilidad de sus conductores”? Repito: ¿alcanza la lavada de manos? ¿Es que facturar todo lo perdona? Es cierto, mucho nos falta para ser una sociedad justa, pero habría que empezar a cambiar ciertas cosas. Cumplo con mi parte, alerto, no me sumo como cómplice. Pienso, soy un ciudadano, me gusta el aire, el viento, el mejor que podamos merecer, para que sea apoyo de una vida buena.

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