domingo, 30 de abril de 2017

Rolando Lois en Gualeguay

Es evidente: el mismo apellido. Esta nota no tiene intención de ser costumbrista: el cronista anotando la visita de su padre a la ciudad/río de Gualeguay. El centro de la motivación para estas líneas se encuentra en el hecho de que mi padre, mi viejo, llega a esta ciudad, como artista plástico, a exhibir una muestra retrospectiva de su obra en el Museo Quirós.
Hace un tiempo, con motivo de una muestra del patrimonio artístico de la SAAP (Sociedad Argentina de Artistas Plásticos) en el Quirós, se estableció el diálogo entre mi viejo y Néstor Medrano, el titular de Cultura del Municipio. Allí se encuentra el primer movimiento para esta exposición que se inaugura el viernes 5 de mayo.
Paso a presentar a Rolando Lois (1930): heredó de su padre, Julio Martín, el amor por la pintura. Fue alumno del maestro Antonio Parodi “El pintor del campo argentino” y del maestro Demetrio Urruchúa. Luego de esa formación se fue haciendo de amigos y conocidos en el ambiente del arte: Luis Dottori, Eolo Pons, Eduardo Liguori, Héctor Tessarolo. Intervino en salones y exposiciones colectivas hasta que llegó el turno de la muestra individual. Es socio fundador, e integró la comisión directiva, de la Sociedad de Artistas Plásticos Independientes (S.A.P.I.) de 3 de Febrero (1972). Integrante de la comisión directiva de Gente de Artes y Letras Impulso de La Boca (1980). En la Asociación Estímulo de Bellas Artes fue vocal (1984), tesorero (2004), y presidente (2008-2012). La SAAP también lo tuvo en su comisión directiva en 1986, cuando se presentó en el Congreso de la Nación el proyecto para la ley del artista plástico. En la actualidad es parte de la comisión directiva de SAAP.
Rolando Lois por Alejandro Lois

Lleva realizadas más de treinta muestras individuales en galerías e instituciones: Galería H, Witcomb, Asociación Estímulo de Bellas Artes, S.A.A.P., Lezica Park, Gente de Artes y Letras Impulso, Reguán, Centro Cultural Recoleta, Palais de Glace, Museo Pompeo Boggio de Chivilcoy, Museo de Artes Plásticas de San Martín, Museo Santiago Parodi, Museo de Arte e Historia de Los Toldos. En este último museo también se desempeñó como restaurador de veinte obras deterioradas.
Participó en más de doscientas muestras colectivas e intervino en sesenta y seis salones entre nacionales, provinciales, municipales y privados. En 1980 obtuvo el primer premio adquisición en la ciudad de Pergamino. En 1981 dejó de intervenir en salones.
En 1995 integró un grupo de artistas organizado en el ámbito de la Central de Trabajadores de la Argentina (C.T.A.). Realizaron una primera muestra, titulada “Sin pan y sin trabajo”, en homenaje a los cien años de la obra realizada por Ernesto de la Cárcova. En 1996 realizaron la muestra “Demanda contra el olvido” al cumplirse veinte años del Golpe de Estado que iniciara la dictadura en 1976. También en 1996 tuvo lugar la muestra “La desocupación y sus consecuencias”. En 1997 se realizó la muestra, con noventa y dos participantes, “Homenaje al Che”, con motivo del hallazgo de los restos del revolucionario asesinado en Bolivia. Algunos integrantes del grupo: Néstor Berllés, Dora Bianchi, Elsa Ferro, Hugo Marchi, Alejandro Taucar, Arrigo Todesca.
Exilio y silencio
El Museo de Artes Plásticas de San Martín designó con su nombre un sector de su sala de exposición, en reconocimiento por la ayuda y el aporte de obras de distintos pintores amigos que pertenecían a su pinacoteca personal (2011).
Consignan su pintura los libros “Arte 80” (Correo Editorial, 1980), “Anuario Latinoamericano de Artes Plásticas 81” (Correo Editorial, 1981), “Arte Argentino Actual 94” (La Actualidad en el Arte, 1994), “SAAP 85 Años en el arte” (SAAP, 2010), “Paletas artísticas” (SAAP, 2013), “Entre-Contrastes” (SAAP, 2013).
Su trayectoria artística ha sido comentada por: Luis Alberto Murray, Oscar Félix Haedo, Amadeo Dell’ Acqua, José Pugliese, Vicente Caride, Rodolfo Bretones, Osiris Chiérico, Salvador Linares, Manuel Madrid, Haydée Breslav, Pedro Gaeta.
En abril de 2015 donó a la SAAP su colección de pinceles de artistas plásticos: “Pinceles con historia”. Durante más de cincuenta años pidió un pincel a artistas que él respetara por su arte y trayectoria. Más de 160 pinceles guarda la vitrina en la sala Leopoldo Presas. Entre los artistas presentes en esta muestra permanente de memoria y herramienta, se encuentran: César López Claro, Raúl Lozza, Enrique Policastro, Leopoldo Presas, Francisco Reyes, Lino E. Spilimbergo, Demetrio Urruchúa, Vito Campanella, Juan José Cartasso, Ponciano Cárdenas, Tomás Ditaranto, Demetrio Iramain, Carlos Cañás, Pedro Gaeta, Derlis Maddonni, Roberto Cachete González, Rodolfo Medina.
Laburantes del río
En la entrevista que el crítico de arte Salvador Linares le realizara a Rolando, nota titulada “La memoria y su imagen”, aparece una acertada definición de su pintura: “El mundo plástico de Rolando Lois es el resultado de un constante trabajo en el taller. Una actitud reflexiva, que modera el impulso emocional, hace que prefiriera lo profundo a lo espectacular, buscando el trazo definido en el dibujo y el empaste substancial y macerado de la materia. La suya es una pintura recóndita que parece indagar en el espacio la propia memoria de lo contemplado”.
La muerte del violín
Linares preguntó: ¿Cuál y cómo debe ser la formación de un pintor?: “Hay quienes piensan que la academia, el conocimiento teórico, te convierte en un artista, en un maestro y no es así. El artista nace cuando encuentra su propia personalidad –grande o pequeña, pero auténtica– y la desarrolla mientras perfecciona el oficio. El que no trabaja, nunca llegará a nada”.
¿Cuál es la temática de tus cuadros y por qué?: “Pienso que el pintor debe estar comprometido con la época que le ha tocado vivir. Tomar posiciones políticas y sociales, participar de las venturas y desventuras del pueblo. No digo que tenga que hacer un arte militante. Se puede caer en lo panfletario y eso es negativo, no es la misión de la pintura. Uno puede hacer un arte cargado de sentido político y social pintando un paisaje, un bodegón, unas flores, un desnudo o un retrato. El mensaje está en la intención y el tratamiento de la obra, subyace en el trazo o en la pincelada. En mi caso, siempre me gustó el paisaje. Siendo porteño, viviendo como un porteño, sin embargo, siempre me atrajo el paisaje de campo, el deslinde pampeano. También he pintado y pinto el mar, las playas y las barcas, las casas y las barracas de la costa”.
Fuego en las calles
¿Qué otros maestros, aparte de Urruchúa y Tessarolo han dejado huella en su pintura?: “Yo no diría huellas, porque la huella es identidad. Yo no imito a nadie. Tengo mi propia identidad, no me importa si pequeña o grande. A mí la imitación me da vergüenza ajena. Yo admiro Opciones
a De Ferrari, pero ¿qué tengo de De Ferrari? Nada. En cambio viendo su obra aprendí a amasar la materia, a buscar el color capa sobre capa y por contagio tonal, a ordenar la superficie de la tela en dos grandes zonas –olas, decía él– complementarias y una menor como respuesta. No copié su imagen; él me enseñó el discurso esencial de la pintura, lo que no se ve. Lo mismo puedo decir de otros grandes artistas como Castagnino, Rossi, Policastro, Spillimbergo, Bruzzone, Berni. A todos les debo algo, menos la imagen de lo que hago”.
Alegría de otro tiempo
Salvador Linares, en aquella charla, logró abrir la puerta para que Rolando contara un recuerdo de infancia, y que luego lo llevara al ámbito de la pintura: “De mi infancia aprendí también que uno puede aspirar a un imposible en sus proyectos y utilizarlo como motor de alternativas realizables. No sé por qué les pedía a mis padres con una insistencia torturante que me compraran un potrillo. ¿Por qué un potrillo y no una bicicleta, un monopatín? Pienso porque tampoco me los hubieran podido comprar, entonces para no tener, era mejor no tener un potrillo. Estaba instalado en mi imaginación. Mi madre me preguntaba dónde lo iba a poner; y yo le contestaba que ‘al lado de mi cama’. Vivíamos con mis tres hermanos en la pieza de un conventillo y yo pretendía agregar a la convivencia un caballito de verdad.
Seguramente hubo otros inalcanzables potrillos en mi vida. También me hubiera gustado ser Roualt o Manet o Cézanne y fui Lois. Y está bien: digo lo mío y es totalmente mío”.
Un vuelo occidental y cristiano
Rolando Lois, mi viejo, como quedó dicho, es artista plástico y su obra viene de visita a esta ciudad/río de Gualeguay. Rolando es un trabajador de la cultura, se reconoce como tal en el compromiso con el oficio, su arte, de toda una vida: siguió la pasión que lo acompaña desde la niñez. Fui testigo de su quehacer cotidiano, del esfuerzo durante el trabajo silencioso, de la felicidad cuando el encuentro con otros habitantes del territorio por donde se llega al arte. Siempre rodeado de pintores y poetas, de compañeros en el sueño de la forma y el color. En esta muestra Rolando Lois viene a convidar su mirada.

Desde este paisaje natal viene mi escritura: desde el taller de mi viejo, desde la paleta con los colores trabajados, desde su sintonía de gamas bajas, las que mejor hablan del espíritu. Es cierto, escribo en esta nota sobre mi viejo, pero la motivación primera de estas líneas está en contar del artista que supo usar la llave de la puerta que permite salir a jugar entre las caricias ariscas que ofrenda la damisela del arte: trabajó a conciencia toda una vida. 

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