Leer a conciencia abierta la escritura de Eise Osman, significa para el
lector la posibilidad de pasar a otro plano, digamos, de subir un escalón más
en el día de la vida, y con esta acción lograr que el pensamiento tome un poco
más de altura y claridad, para que entonces los nubarrones, paridos por la
velocidad, la bulla y la confusión, en la criatura y la sociedad, vuelen bajos,
más a la mano; nada de perderles el rastro, es la posibilidad de tener la
tormenta a una distancia que nos permita descifrarle la careta a través de la
mirada atenta.
Eise Osman |
Leer a Eise Osman, pensador, escritor y poeta, es una invitación a abrir
la puerta para salir a jugar con las ideas que hablan de una vida transitada con
espíritu atento. Su palabra en construcción, la herramienta, el oficio, lo
lleva por los caminos de la filosofía. Eise mismo, me digo, es una especie de
artefacto mágico que, urgido por el llamado vital, no se detiene en la
búsqueda, en los hallazgos, en las dudas, en la construcción de su mirada. Un
universo late en la escritura de Eise Osman y, como corresponde, su sustancia
vive en constante expansión, mientras sabe que llegará un día en que todas las
cuerdas llamarán a silencio.
En el texto “La Soledad” del libro “Oasis para la meditación” leo: “(…)
La soledad no es estar solo, es estar incomunicado. Tampoco es recibir
información, pues esa información no nos comunica. Como decía Maritain, la
poesía es la comunicación profunda entre el hombre y el ser profundo de las
cosas. Por lo tanto, comunicarse es intentar llegar a la profundidad del hombre
y de las cosas. Y el mundo moderno es la promiscuidad superficial de los
hombres entre sí, que asemeja a líneas que se entrecruzan, pero no tienen más
contacto que un punto superficial de choque. Por eso expreso en un aforismo ‘La
soledad es el espejo de la muerte’, un espejo que no nos muestra nuestra
imagen, sino que nos niega a nosotros mismos.
Yo diría que el drama del hombre moderno es la soledad, pero
desgraciadamente con el espejismo de estar acompañado. (…)”.
Eise, el Beduino Errante que propone pensamiento y meditación, abre su
mejor juego sobre la mesa de paño verde; en un movimiento rápido inventa su
sistema de baraja: escribe, dice, alumbra: uno, dos, tres, un puñado de aforismos
para contar del mundo de las criaturas; su palabra se ocupa de las dos caras de
la moneda: el paisaje de adentro, sangre a fondo, y el de afuera, techo y parte
del Revuelto Gramajo de quien elige preguntarse, conocerse.
“Hay personas que entienden casi todo y no comprenden casi nada.
Entender es para uno, comprender es con el otro”.
“La caridad está tan cerca del desprecio, como la compasión de la
soberbia”.
“Todos somos Pedro, todos somos Judas, todos somos Cristo. Salvo que
nadie es sólo Pedro, sólo Judas, o sólo Cristo”.
“El mayor triunfo del hombre moderno es haber demorado la muerte. Su
mayor derrota es no saber qué hacer con la vida”.
“El hombre sin trascendencia, tiene solamente el día y la angustia de la
noche”.
“Sólo los necios se enorgullecen de ser lo que no son”.
“Los triunfos económicos suelen ser derrotas éticas”.
“Es tan ancho el camino de la duda, y tan estrecho el de la certeza, que
a veces no permite el paso de la verdad”.
El mismo Beduino Errante, Eise Osman, el egregio ciudadano gualeyo,
reflexiona sobre la esencia del aforismo. En “Aforismo, pensamiento y poesía”
del libro citado anota: “(…) Pensamiento, diríamos, que trata de sintetizar una
situación, que va más allá del hecho observado, dejando abierto un interrogante
para una conclusión personal del lector. Pues el buen lector es el que lee una
página diferente a la que ha escrito el autor, pero con la complicidad del
mismo. Se ha dicho que el ser del espíritu es el lenguaje. Y un conocido
existencialista dijo: ‘La morada del ser es la poesía’. (…)”.
La relación entre el autor y el lector, recuerdo cuando el poeta Marcos
Silber se detuvo en ella. Dijo que el lector terminaba la escritura del poema,
jugando así el rol de coautor. Eise lo señala, y una vez más en su escritura
aparece el término “poesía”. En estos días leí “Oasis para la meditación. El
Beduino Errante” (1993) y “Aprender desaprendiendo. Pensamientos del Beduino
Errante” (1996). En una ocasión tuve la oportunidad de hojear en la biblioteca
un libro de poesía de Osman, y hace pocos días leí otros poemas que fueron
incluidos en “Antología del viento. Herencia de agua” de autores entrerrianos.
Hay en Eise Osman el registro del poeta: sabe de sacarle con la mirada una punta
muy fina al lápiz. Pienso que llegar a poeta es haber alcanzado la última llave
en la escritura, la que abre todo el cielo de lo humano para que la palabra
alumbre nacimientos, verdades y emociones otras. Este trabajo, esta identidad
de Eise, es la que acompaña su quehacer en los territorios del aforismo. Al
leer sus aforismos el lector confirma que detrás del pensamiento, la
observación del paisaje todo, y de aquello que se quiere señalar, hay un poeta
trabajando con la palabra para que el estilete de la idea llegue a profundidad,
entre las almas.
Los aforismos de Osman son el núcleo, no tuve oportunidad de leer toda
su obra, pero creo que es su trabajado pensamiento quien marca la dirección
primera. En los libros citados también hay relatos, unos tienen algún
personaje, otros son relatos donde se cuentan ideas alrededor de un tema, y
donde el relato aparece condimentado con la apoyatura del aforismo. En mi
memoria quedará el relato final de “Aprender desaprendiendo”: “El botador”,
consecuencia directa de su experiencia como médico en las islas, en él está lo
narrativo y la poesía y las ideas: “(…) Miro mi maletín en el fondo de la
lancha y me acuerdo de mi tardanza, de mi alejamiento, de mi pequeño pueblo,
que es más pequeño a la distancia, más entrañable, más triste, más deseable,
como un brasero que llama a su calor en invierno.
Es ese calor íntimo detenido en la permanencia de las cosas, lo que da a
los pequeños pueblos la sensación de antigüedad vivida, de historias sentidas,
de continuidad casi religiosa de lo humano, de pequeña eternidad detenida en un
espacio sin tiempo. (…)”.
La presunción en torno a la obra de Eise: los aforismos como núcleo, fue
confirmada por -a esta altura una amiga- Emma Barrandéguy. Hacia fines del año
pasado apareció una selección de trabajos periodísticos: “Cronosíntesis”
(EDUNER, 2016). Con fecha 14 de enero de 2001, Emma escribió “¿Quién es el
‘Cazador de sombras’? Un médico local”: “Tal vez intencionadamente, el doctor
Eise Osman mezcla los aforismos de su último libro de modo que de pronto se nos
aparece una nota filosófica, una reflexión sobre su propia vida, una exaltación
del amor o un enfoque de la muerte, que es tal vez el tema de su diaria
meditación. (…)”. Emma afirma que el Hombre “(…) siempre está presente en Osman
como ser solitario, desvalido, angustiado (…)”. Y señala dos aforismos relacionados
a su oficio: “(…) No escapan al quehacer literario de Osman ni el arte ni los
artistas, pues sabe mirarse dentro y a su alrededor para llegar a decirnos: ‘El
poema / es una plaza sitiada / por los profanadores / del lenguaje’ y luego:
‘Los poetas <inválidos> /caminan con la muleta / de la erudición’. (…)”.
Espero poder leer “Cazador de sombras”.
Durante los 90 intenté recibirme de librero en Buenos Aires. Quise ser
una de esas personas que sabían de todas las materias, que conocían cada
estante, cada título o autor. No lo logré, las épocas cambiaron, la cantidad de
papel picado que imprimen las editoriales apabulla a cualquiera. La montaña de
basura puede asfixiar. Pero de esos años guardo valiosas excepciones, porque en
la avalancha siempre se filtraba la literatura, la poesía, y entre las buenas
lecturas llegaron los aforismos de Eise Osman. Leí y vendí sus libros.
Cuando ya hacía un tiempo que transitaba la ciudadanía gualeya, la poeta
y amiga Tuky Carboni me invitó a un asado en su casa. A mi derecha estaba
sentado un señor a quien no conocía. Era Eise Osman. No lo podía creer, era el
hombre al que había leído hace años, el escritor que con su obra confirmaba su
título. Fue una feliz sorpresa. Le conté de mis lecturas, de mi intento
librero, de sus libros. Dije “filósofo” y él me corrigió: “pensador”. Enseguida
me di cuenta de que su pulsión vital se manifiesta a través del pensamiento, la
mirada, y de que ese “estado de gracia” lo lleva a la escritura y a la emotiva
comunicación con el otro. Eise me probaba en cada puente tendido entre
distintas materias: política, historia, sociología, teología, de las
dimensiones de sus conocimientos. El pensador comunicaba su fiesta. Otro día lo
encontré en la cerrajería, la única que conocí atendida por un cerrajero que
disfruta de la buena literatura; era de mañana y Eise seguía de pensamiento, de
aforismos a flor de piel. Un apasionado.
Hace un tiempito fue a visitar a Elsa Serur y Eise a su casa. Fue un
encuentro corto, ellos tenían que salir. Pero los minutos que estuve en el
refugio, me alcanzaron para “ver” detalles, presencias, objetos: libros,
cuadros, fotos, bibliotecas, todo atesorado en el abrazo maravilloso de la
madera. Me dije: este es el lugar, acá la cocina de las ideas. En una esquina
de Gualeguay, la ciudad/río que no para de sorprender.
Ahora me resta fijar la fecha de un encuentro. Pienso en una charla con
Eise, quiero saber de su historia, desde dónde, desde cuándo funda travesía el
Beduino Errante.
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