La egregia escritora, poeta y periodista gualeya Emma Barrandéguy (1914-2006)
sigue de ronda por la ciudad/río. La práctica del constante regreso confirma su
vívida condición de buen fantasma. Esta vez, la Barrandéguy periodista, aparece
muy bien vestida de libro por la Editorial de la Universidad Nacional de Entre
Ríos (EDUNER). Una editorial que sabe de “fundar” libros, un arte que no es
para cualquiera.
Emma Barrandéguy |
El libro de Emma “Cronosíntesis” contiene una selección de los textos
periodísticos que publicó, entre 1976 y 2006, en la página cultural del diario “El
Debate Pregón” de Gualeguay. En 1989, luego de la muerte de Roberto Beracochea,
Emma asumió la dirección de dicha página. El libro también contiene los textos
escritos para la revista “La loca de al lado” (1981 y 1986), algunas cartas,
poesías, una cronología. Se llega hasta esta lectura, donde distintas miradas
enfocan un término tan amplio como: cultura,
a través de una puerta sumamente sustanciosa: la Introducción de
Evangelina Franzot, licenciada en lenguas modernas y literatura, y ciudadana de
Maciá. En su investigación, debidamente sustentada con fechas y la información
necesaria: Franzot cumple con las coordenadas profesionales, pero además obsequia
un extra emotivo, nacido en su felicidad frente a todo lo relacionado con el
mundo libro, y acentuado por la admiración e interés que en ella despierta la
obra de Barrandéguy. Brisa emotiva que acompaña la lectura, el conocimiento, y
que como lector festejo cuando queda felizmente a la vista, porque se está
hablando de un escritor. La escritura siempre de garúa sobre la emoción de cada
día.
Franzot cuenta que su tesis de licenciatura consistió en un proyecto de
edición de Obra Completa de Barrandéguy. Después llegó la invitación para
participar de la colección “El País del Sauce” de EDUNER. En enero de 2005 entrevistó
a Emma en Gualeguay. Recuerda: “Ella estaba sorprendida porque mis preguntas no
iban hacia su elección sexual, sino a su proceso de escritura y construcción de
la novela, y me dijo: ‘Es que pensaba que venías a entrevistarme porque soy
rarita, como los otros que vinieron’”. Cuenta Franzot que la emocionó su
valentía: “Un coraje soberbio para vivir y para escribir, pero un coraje sin
estridencias”.
Dice Franzot en la Introducción: “(…) Ser escritora y lesbiana en un
pueblo pequeño hizo que Barrandéguy, desde los días de la dictadura y hasta su
muerte, desarrollara estratagemas muy sutiles para mantenerse fiel a sí misma.
Desplegó recursos que había aprendido de sus lecturas de Katherine Mansfield,
de Simone de Beauvoir, de Virginia Woolf (…)”. Franzot señala sobre el trabajo de
Emma en la hoja cultural: su manera de: “(…) dar un lugar a esas nuevas
generaciones de escritores porque conoce y ha vivido en carne propia las
dificultades de publicar, de encontrar un espacio para que las obras entren en
diálogo social más allá del círculo íntimo, y se ofrece humildemente como
mediadora entre los autores noveles y su entorno. Y decimos ‘humildemente’
porque en la mayoría de los casos apenas expone su voz, en brevísimas
intervenciones, para dar paso de inmediato a la palabra del otro. (…)”. Afirma
Franzot: “(…) Esa coherencia, esa unidad que se establece en la obra de
Barrandéguy, ese caminar por los mismos caminos, variando las formas y los
registros, es de algún modo la prueba cabal de que estamos frente a una gran
escritora: todo forma parte de un mismo universo, de una manera propia de ver y
mostrar el mundo, desnudándose por completo en sus novelas y en su poesía, o
abrochando su vestido para dialogar con un público masivo que viene con la
inmediatez de la crónica semanal. (…)”.
Emma |
En “El arte del pueblo y para el pueblo” (22/09/1985) Emma define: “(…) Trabajador
de la cultura o artista no significa distanciarse del pueblo, pero sí significa
no poder hacer otra cosa que lo que cada uno hace bien o mal. Eso lo decidirá
el receptor de la obra y nadie más”.
En “Adiós al amigo” (10/04/1994) se despide de Marcelo Etcheverry,
compañero del grupo Claridad. Son sumamente emotivos los textos en los que Emma
despide a su gente querida: “(…) Siempre fue fiel a sus ideas, a sus viejas
amistades, a sus hijos que tanto quería, a sus asados en el taller y en la
costa, a su caña de pescar, a su vino tinto y a sus charlas siempre abiertas
donde expresaba su avidez de conocimientos, sus lecturas y sus sueños de
futuro, que quedaron en el camino, como a todos nos sucede”.
En “Un siglo siempre igual” (03/01/1999) la periodista observa y “acomoda”
su aldea: “(…) Mis observaciones a través de una ya larga vida son las que me
permiten decir en el título que en tolerancia, por ejemplo, nuestro siglo y
Gualeguay siguen siempre igual o peor. En mi juventud escribí sobre cosas
diferentes a las que se escribían en la época, y eso me valió una etiqueta que
aún llevo, y si bien mis poesías eran agresivas, no lo fue menos la respuesta
que recibí, al punto que familiares cercanos dejaron de frecuentar mi casa.
Absorta contemplo ahora, sesenta años después, que Gualeguay no ha
aprendido nada en tren de juzgar a los demás. Pongamos, por ejemplo, el larvado
antisemitismo que existe, basado en la envidia en su mayor parte. (…)”. Emma
nombra la figura del Papa y habla de su promoción del “ecumenismo” que: “(…) en
todo Gualeguay es totalmente ignorado; no funciona, o tal vez lo hace de
palabra en las revistitas parroquiales”. Más adelante Emma anota: “(…) Y lo más
lamentable es que sea de las reuniones femeninas (educadoras, por ejemplo) de
donde vienen las más frecuentes e intensas habladurías sobre los demás
congéneres, a pesar del odio al chisme que, en general, se dice profesar”.
Luego es el turno de las típicas miserias de la política, y cierra su mirada
filosa sobre su propio territorio: “(…) Todas estas pequeñeces de la política
se asimilan a las pequeñeces religiosas anteriores, para llevarnos a la
desilusión de una ciudad que no consigue espantar los fantasmas de la
intolerancia y del miedo en ninguna de sus actividades.
¿Acaso la tarea intelectual es diferente a las demás? No. También se
parcializa y nacen rencores. Por eso me permito decirles que este siglo ha sido
siempre igual en Gualeguay. (…)”. También aparece la sociedad de su aldea en el
poema “Visión de campo argentino” (publicado en la revista “Contra, la revista
de los franco-tiradores”, en septiembre de 1933): “(…) me repudiaron / en el
pueblo mío de las ‘casas chatas’ / y de las chatas almas. // (…)”.
En “Cronosíntesis”, las crónicas sintéticas de Emma, hay dos textos que
hacen referencia a su padre, personaje que además es habitante de su obra
narrativa. Hay un texto corto titulado “Un hombre siempre a caballo”
(15/06/1986) que es una de las perlitas del libro:
“El hombre que me enseñó a conocer los árboles y los pastos.
El hombre imperioso con sus sacabotas y su limonada, y su inesperado
malhumor.
El hombre que estando en primer año me rompió las fotos de artistas de
cine porque Lescá me había aplazado en Castellano.
El hombre que una vez, una sola vez, me llevó a babuchas siendo niña.
El hombre que me traía el mate a la cama para charlar de política.
El hombre silencioso cuyas cartas releo a veces con emoción.
Sabía de caballos, de vacas, de guascas, de abrojos malos, de sus
ancestros vascos, de las ‘Vidas paralelas’ de Plutarco, de Zola, de los libros
de versos de Panizza y de las diferentes formas de cebar el mate.
El hombre con el que dirían mis amigas psicólogas que tengo una
fijación, y la tengo.
Ese fue mi padre”.
En “Antonio Castro” (22/12/2002) Emma se despide de su amigo, y en medio
del texto hace extensivo el recuerdo a Neil Mac Donald, estadounidense con
quien se casara en 1939. Recuerdos encadenados por la bebida: “(…) Me veo en el
cumpleaños del año pasado, gruñendo Antonio por su renguera, por su bastón, por
querer volver a su casa…, hasta el momento en que vio la botella de tinto
abrirse y recuperó su alegría dicharachera, como si hubiese salido el sol en la
costa, con la misma ansiosa premura que embargaba a mi marido ante una botella
de buena grapa. Pobrecitos borrachitos queridos: tienen en el cielo un refugio
especial, como si fuera el cielo musulmán, lleno de las cosas hermosas que
siempre segregan a los hombres o están prohibidas en la tierra. (…)”.
“Cronosíntesis” de Emma Barrandéguy se ubica entre esos libros que uno
tilda de “necesarios”. Pienso ahora en “El canto entero de Marcelino Román” del
escritor y poeta Juan Manuel Alfaro. Otro libro necesario. Porque dónde
encontrar los libros de Román, con suerte en las bibliotecas, y cómo
encontrarnos con el hombre que fue, qué de sus ideas. Y entonces, cómo
encontrarnos con la obra periodística de la Barrandéguy. Con sus libros, puede
que con un poco de suerte aparezca alguno (recuerdo que a poco de vivir en
Gualeguay encontré “Las Puertas” en un estante de la librería Papelucho), pero
cómo llegar hasta esta parte de su obra. Solo con decisión y mucho tiempo en el
archivo de El Debate Pregón, o en alguna nota de rescate del pasado. Por eso es
un libro necesario; aquí está, sobre mi escritorio, gracias al trabajo
necesario que realizó Evangelina Franzot y la gente de la EDUNER.
Lo dicho, el buen fantasma de Emma Barrandéguy vuelve vestido de libro a
su ciudad/río. Una invitación a la memoria, al encuentro con tantos amigos
gualeyos que aparecen dentro de sus páginas periodísticas, uno de los puertos
desde donde sabía mirar la escritora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario