domingo, 11 de septiembre de 2016

Rolando Menescardi hace memoria

Hace tiempo que tenía pendiente una charla con Rolando Menescardi, actual presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) de Gualeguay. Hablar con Rolando es abrir la puerta a un mundo interesante, a una vida transitada a conciencia. En su relato hay memoria, compromiso, pensamiento, así se construye ese mundo interesante que menciono, un mundo repartido en distintos paisajes. Todo llega, me dije, mientras escuchaba la palabra de Rolando.
La voz de Rolando se hace notar en cualquier ámbito: clara, una dicción perfecta, palabra con énfasis, porque siempre la asiste el pensamiento, y con el volumen necesario para pedir permiso entre los escuchas. Como si hablara desde una radio amiga, como si el artilugio transmisor se encontrara en la altura de la primera horqueta de un árbol de cepa gualeya, y que el fenómeno en el éter sucediera a media mañana, durante una mezcla perfecta de otoño y primavera.
En efecto, la voz de Rolando Menescardi no es cualquier voz, y tiene que ver con la historia de Gualeguay. Fue muchacho y trabajó en la Difusora Popular, y era muchacho cuando también realizó su experiencia en Radio Gualeguay, me cuenta: “La Difusora Popular, sus últimos años, fue una escuela de perfeccionamiento para locutores que luego trabajarían en Radio Gualeguay. Yo fui empleado y practicante de la Difusora. Recuerdo que se pasaba mucha música folclórica, también jazz. Entré en 1969, la radio apareció en el 73. Durante el último año y pico ya enfocamos hacia la radio. La Difusora había arrancado en 1939, constaba de una vivienda y una consola de transmisión: una magia que se hacía con un cableado por las cornisas de las casas. Cada dos o tres cuadras había una bocina o parlante conectada para poder difundir la programación. El horario era de 10 a 12 y de 18 a 20.30, así funcionaba de lunes a domingo. Una vez que aprendí locución, que le perdí miedo al micrófono, trabajé de mañana, por la tarde había otro locutor porque yo estaba haciendo la secundaria. Estuve unos 4 años y medio. La radio salió al aire en el 73. La Difusora siguió unos dos meses más y cerró, porque la gente hacía publicidad en la radio”.
El aroma a felicidad será una presencia durante la mañana en que Rolando viaja al pasado: “Fue una etapa muy linda, éramos muchos, unas 30 personas capacitándonos. Recién a mediados de julio del 73, se pensaba que en enero, empezó la radio de forma experimental, y oficialmente el 1 de septiembre del 73. Qué ansiedad, salió con muchísima publicidad. La radio tuvo un apoyo enorme del comercio, la industria, de toda la vida económica; y una programación muy buena. Claro que lo teníamos al periodista Mario Alarcón Muñiz, de sólida formación y de una cultura destacable. Fue un gran profesor. Estaba Luis Garibotti, que también nos daba charlas, y que también había sido de la Difusora. Pero él cursó la carrera oficial de locutor en el ISER”.
Recuerdos, y el porqué de un final para la carrera de locución: “En la radio estuve por la tarde, anunciaba los programas. Me acuerdo del programa que estuvo corto tiempo: “Miguitas sobre el mantel” de Derlis Maddonni y Carlos Alberto Montella, “Discoteca 38”, que la gente pedía los temas por nota, duraba como dos horas; había un radioteatro que venía envasado de Buenos Aires, y música del Litoral. Era muy buena la programación. Con los años pasé al turno mañana como locutor de noticieros, que también me gustó, y fue lo último que hice porque después me atrajo la docencia fuertemente. Contando Difusora y Radio fueron unos 9 años”.
Así se fundó, fue el inicio de Rolando docente. Las elecciones del maestro, su formación: “En el 78 me fui de maestro un año al Delta entrerriano. Mi primera experiencia como docente en una escuelita rancho. No son gratos esos recuerdos, era vivir de manera muy primitiva, pero me lo banqué, un lugar con mucho éxodo; familias que se iban a la provincia de Buenos Aires, y la escuela se quedaba sin alumnos; la querían cerrar y yo no quería; entonces renuncié y me fui a Río Negro. Quise conocer la Patagonia, había ex compañeros de Radio Gualeguay trabajando allá, me informaron que tenía la posibilidad de ejercer en dos cargos, había mucha demanda de maestros, y también de locutor en la radio, ya que había varias y entonces se abrían posibilidades de trabajo”.
Pregunto a Rolando por su relación con la lectura, y quizás en esta respuesta se encuentre el inicio de su rol de maestro: “Mi relación con la lectura viene desde joven, yo era socio de la biblioteca, porque posibilidades de comprarme libros no tuve nunca mientras fui joven. Empecé con recomendaciones, con cosas que me motivaban la curiosidad, y que tenían que ver con el momento histórico del 60/70. No vengo de una casa con padres lectores, para nada, eran gente de campo con una primaria incompleta. La escuela primaria me encantó, había cantidad de libros de cuentos, una biblioteca entera, y era una escuela chiquita, seríamos 30 alumnos y dos maestras, una atendía 1°, 2° y 3° grado, y la otra 4°,5°, 6° y 7°, así terminé la primaria. Fue buena, porque el tema de la lectura me gustó, dominaba las operaciones básicas de matemática, seguro tendría fallas en geometría o ciencias naturales, pero fue buena. Cuando era chico me desvivía por leer un libro. Vine a la ciudad a estudiar y a leer en la biblioteca; si no entendía, en la ciudad preguntaba, en el campo no te pasaba eso, salvo que estuvieran las maestras”.
Entre mate y mate, Rolando se asoma aún más a su pasado: “Tuve una linda historia, una linda vida, yo estoy conforme. Es verdad, me tocó mucho sacrificio, pero pude hacerlo. El problema es cuando la gente queda a mitad de camino, cuando quedan al margen de la posibilidad de progreso. Porque el camino del progreso es el camino al conocimiento, sin lugar a dudas. En los concursos siempre elegí escuelas rurales o de periferia de las ciudades porque es ahí donde uno tiene que poner toda su convicción para lograr que los chicos, al menos, terminen un primario, que estamos de acuerdo, ya no alcanza desde hace varios años. Mi último puesto fue supervisor, el cargo más alto del escalafón docente; tuve esa convicción, y sigo teniéndola, por más que uno ya esté jubilado”.
En números, nombres y fechas Rolando Menescardi se define de esta manera: “Nací en 1951 en Galarza, vivíamos en el campo, 3° distrito, a 15 km. de Galarza y a 40 de Gualeguay. Hice la primaria en la escuela n° 19 José Manuel Estrada, en el campo. La familia vino a la ciudad a fines del 67. Estudié en la entonces Escuela Nacional de Comercio Celestino Marcó, de noche. Después hice el magisterio, el profesorado para escuela primaria en la Escuela Normal. Simultáneamente aprendí en forma empírica la profesión de locutor. En 1979 dejo Gualeguay, voy a Cipoletti, como maestro de escuelas primarias públicas. Regresé en el 86. Y seguí en la docencia en escuelas rurales, estuve unos 15 años; después me vengo a la ciudad y estoy 3 años como director de una escuela; luego 5 de supervisor hasta jubilarme”.
Hay en el relato de vida de Rolando Menescardi la presencia de una besana decisiva. Corría 1969. Rolando tenía 18 años cuando en la parroquia San Antonio conoció a Juana Armelín, que todavía figura en la lista de desaparecidos por la última dictadura cívico-militar. Ella venía de dejar sus estudios de Matemática en La Plata. La razón: no soportó seguir estudiando mientras otros compañeros debían abandonar la carrera porque tenían que ir a trabajar. Rolando habitaba feliz la ciudad, no solo trabajaba, había empezado a estudiar el primer año del secundario, de noche. Juana Armelín habló de injusticia social. Cuenta Rolando: “Ella decía: No. Se ofreció a ayudarme en matemáticas, y ni soñar de cobrar. Había jóvenes así en aquella época, no se bancaban el sistema. Yo era 3 años más chico que ella; para mí era natural, y para ella terrible; me decía que yo tenía que estar egresando, no empezando el secundario. En mi casa no se podía pensar en estudiar, no es que no quisieron, no podían, solo una hermana mayor, a la que pudieron becar, pudo estudiar; y yo lo viví naturalmente, es cuando vos aceptás el sistema tal cual es. No sos lo demasiado inteligente o crítico, ella sí tenía las herramientas. Y ella, al tener esa postura, me movilizó interiormente. Mi cabeza ya funcionó distinto, no con la obediencia y aceptación del sistema. Y tuvimos poco contacto, fue un corto tiempo; no desarrollamos una amistad, pero me hizo disparar cosas que yo no tenía en la cabeza”.
La aparición de Juana Armelín en la vida de Rolando Menescardi fue fundamental en su desarrollo como persona que piensa, que vive a consciencia, y como persona que se reconoce en el lugar que ocupa en el mapa social; dice Rolando que es, antes que maestro, un asalariado, y que como tal sabe muy bien dónde se levanta su vereda.
Rolando Menescardi es el hombre que se formó desde la mirada del muchacho que fue, sobre el mundo que se fue abriendo desde su llegada del campo. El hombre después fue maestro y eligió ciertas escuelas; y un día fue presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Gualeguay, que no deja la memoria para mañana, la practica hoy, y por eso sigue preguntando dónde está Juana Armelín.

Le pregunto a Rolando qué significó estar en la APDH: “¿Qué significó?, sentirme bien encuadrado en un compromiso con el que me identifico plenamente. Esto soy yo”.

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