domingo, 18 de septiembre de 2016

Fabricio Castañeda: de Borges a su aldea

La charla con Fabricio Castañeda (1974) presenta, a poco de andar las palabras, una conclusión: se está frente a una persona transparente, que de manera simple enumera las estaciones que lo llevaron hasta su quehacer cotidiano, que está repartido en dos veredas, a primera vista diferentes en esencia, pero unidas en el trabajo de este gualeyo por una misma pasión/guía. Fabricio es, por un lado odontólogo, y por otro, escritor, autor de, ante todo, muchas canciones. En su relato de vida aparece una constante, claramente identificada en su hacer creativo, pero que uno imagina correspondiente a todos sus quehaceres terrestres, y tiene que ver con la “suerte”, que bien puede entenderse desde su costado azaroso, pero que a su vez queda entrecomillada porque no se puede llamar suerte, solo suerte, a las bondades amanecidas entre Fabricio y sus semejantes. Sin duda este gualeyo ofrece trato destacado al otro, y llega a felices devoluciones de amigos y de apenas conocidos. Hay transparencia en Castañeda, respeto y emoción por el trabajo propio y por el del otro. Castañeda puede admirar con felicidad. Prueba mayúscula de esta manera de andar los días es su disco, la grabación y demás coordinadas: “Milongas Borgeanas” (2014).

Avisa Fabricio: “Nací en Gualeguay, y viví toda la vida acá, excepto los 5 años que me fui a estudiar odontología a La Plata”.
No existe escritor que no lea, pregunto: “Leo mucho, en este momento menos, porque fui padre, ya con dos chiquitos tenés menos tiempo. En la secundaria también leí poco, pero interesado siempre. Cuando fui a la facultad sí, ahí se despertó la lectura por necesidad. Caminaba unas quince cuadras hasta la facultad, y había dos librerías grandes de libros usados, así que en idas y vueltas empecé a comprar libros, los más baratos, y de forma azarosa fui descubriendo autores, los que me parecían, después esos autores me llevaron a otros. Llegué a algunos como pude. Leyendo mucho”.
Pido alguna precisión, algún nombre: “Había escuchado hablar de Edgar Allan Poe, pero no había leído, entonces traté de leer todo lo que pude; tuve suerte de ir uniendo caminos entre autores. Leí muchos cuentos, y me volqué a la poesía. Recuerdo haberme encontrado con la poesía de Pedro Salinas, años después, haciendo un curso con la profesora amiga Alejandra Cordero, ella me presentó la obra del poeta, ese encuentro me deslumbró. Después encontré a Alejandra Pizarnik, leí, y leí sobre su obra”.
El ejercicio de la maravilla de la lectura puede tener diversas y felices consecuencias, una es el intento de la escritura. La sustancia llega a nuestras almas, esas que serán las encargadas de fundar identidad, personalidad, y entonces la palabra arribada encabrita la propia, y puede nacer el intento sincero de querer escribir; después se verá si el impulso se mantiene en el tiempo y nace con espíritu de oficio. Fabricio coincide: “Había esbozado algunos poemas, de manera natural, porque tampoco me lo propuse, fue una necesidad de decir algo, y de decirlo de alguna forma; dentro de mis posibilidades traté de reflejar lo que sentía. Escribí algunos poemas, cuentos, y canciones. Hoy mi escritura está enfocada a las canciones. Siempre fui muy musical, mi viejo es tanguero, le gusta Magaldi, Ignacio Corsini, Julio Sosa, había tango a cada momento, también chamamé, y quise hacer algo sobre el tango. Cuando iba a Buenos Aires siempre escuchaba a algún cantor. Y a la vez disfruto la música de mi provincia, tenemos varios referentes a nivel local y provincial”.
Mario Alarcón Muñiz y Fabricio Castañeda
La consulta hace centro en un nombre: Jorge Luis Borges: “Compré un libro de cuentos de Borges en la librería de usados. Después de recibirme me compré una colección con la obra completa, y leí y releí. También leí distintos autores que hablan sobre su obra. Quedé fascinado, y traté de conocer los autores que Borges me fue sugiriendo”.
Milongas Borgeanas en el Club Social (foto: Marina Monasterios)
Tiene claro Fabricio Castañeda que este primer movimiento, su disco “Milongas Borgeanas” se apoya en un referente de la ciudad/ puerto; puede afirmarse que Borges es uno de esos escritores que pueden citarse como sinónimos de Buenos Aires, las distintas ciudades, la de arrabal y tango, y tantas otras, todas alejadas de la aldea gualeya: “Trabajé sobre un poema “La Luna” (cantada por Catherine Jabbour y Juan Villarreal) y cuentos; la primera canción fue sobre “La Intrusa”. Respeté el argumento y la esencia de los cuentos, y busqué trabajar sobre lo que me seducía, a veces una partecita del texto, trabajé sobre eso con mi palabra. Escribí con la idea de escucharlo, pensaba en la palabra e imaginaba la música, y hasta el cantor que quería. Al escribir el primer tema no tenía compositor. Consulté con mi amiga Melina Tempelopoulos, y me dijo que lo viera a Juan Martín Caraballo. Hablé, nos pusimos de acuerdo, y trabajó con libertad. Talentoso y aplicado, terminó haciendo varios temas del disco; después me encuentro con una amiga tanguera Pauline Nogués, francesa, pianista que tenía una orquesta típica: Andariega. Ella hizo 4 temas del disco. Para “Milonga del traidor”, basada en “La forma de la espada”, pensé en Giovanna Facchinelli para cantarla; ella quiso buscar el compositor y me contacta con José “Pepo” Ogivieki -yo lo conocía de cuando iba a escuchar a Rubén Juárez, él fue su pianista-, que hizo música, arreglo y dirigió el tema. Me encontré en la noche del tango a otro amigo: Andrés Drimer, compositor, cantor, arreglador, que trabajó sobre la “Milonga de los cuchillos” (El Encuentro), esa la pensé para María Belén Rivarola, una cantante lírica que nunca había cantado tango. Tengo la suerte de tener buenos amigos y la amistad se mantiene, como Jacqueline Sigaut, ella canta la “Milonga del destino” (La intrusa). Después cantores como Juan Villareal, Agostina Pagella (“El cautivo”), el Chino Laborde, que me llega a través del guitarrista Diego “Dipi” Kvitko, que me cantó dos temas: “El fin” y “Historia de Rosendo Juárez y ‘El Corralero’” (Hombre de la esquina rosada/Historia de Rosendo Juárez); al Chino no lo conocía, y tampoco a Karina Beorlegui, la llamé, le expliqué y dijo sí: grabó “Otra milonga de Juan Muraña” (Juan Muraña), como era un proyecto autogestionado nunca me cobró. El disco lo dirigió musicalmente Javier Díaz González, un guitarrista amigo, en el estudio Triada de Sirso Iseas, que ayudó mucho en la grabación, fue el técnico. Eran temas nuevos, hubo sugerencias de músicos y cantores, la mayoría fueron aceptadas, y se nota su impronta. Algunos cantores agregaron el tema a sus repertorios, y por ahí hoy andan sonando hasta en Europa”. Completan la obra: “Milonga del odio” (El otro duelo, cantada por Facundo Radice), “El muerto” (cantada por Marina Ríos), “Milonga para Cruz” (Biografía de Tadeo Isidoro Cruz, cantada por Cintia Barrionuevo), “La otra muerte” (El Sur, cantada por Solar Martínez).
Castañeda anotó en “Milonga de los cuchillos”: “Los recuerdos son fugaces, / esto lo sabe la gente, / todo destruye el olvido, / manda a perpetua el presente...”, y en “El fin”: “El vértigo de aquel día, / se repite en mi memoria, / a usted, Borges, hoy le muestro / la otra cara de la historia”.
Fabricio junto al Chango Ibarra
Regresa Castañeda de su ida a la gran ciudad del egregio escritor hasta este presente en la ciudad/río, su Gualeguay natal. Sus palabras ahora dan noticia de la esencia que nutre el proyecto en marcha junto al Chango Ibarra y su Banda Pueblo, el disco “Orillas”, obra que se espera para diciembre de este año: “Ahora estoy trabajando sobre sonidos litoraleños, creo que es un acercamiento a cosas muy íntimas, como el río, sus sonidos, paisajes, su soledad, y pensando en ritmos más nuestros. He ido tardes enteras a Puerto Ruiz a tomar mate y a mirar los movimientos de la gente, a imaginar cómo fue en la época de esplendor, cuando había trabajo, y cómo fue cambiando, incluso hasta el ánimo de la gente… y también tiene que ver la literatura, mucho de eso lo leí en Juanele, ese amor por el paisaje y todo lo que conlleva el río, la naturaleza, la soledad que no es soledad de persona, porque se puede vivir al lado del río mamando realidades. Por eso el nombre ‘Orillas’, que con respeto habla de todo aquello que circundaba al poeta. Tema que va a cantar Jacqueline Sigaut. Y también en ‘Puente viejo’, que canta María Graña, hay una referencia a Juanele”.

Fabricio Castañeda entonces, como si volviera al barrio, pero no, al igual que Troilo, puede hablar de que las estrellas siempre lo guían, lo llevan y lo traen en intereses genuinos; porque nunca se fue de Gualeguay. Con el disco junto al Chango Ibarra -todas son letras de Castañeda-: “Orillas”, Fabricio trabaja en sus canciones con historias, vivencias, imágenes, provenientes esta vez de la experiencia propia o de esas anécdotas, trascendidos o “sucedidos” que la mayoría de las veces vienen del relato de la gente. Historias de trabajadores, de oficios al borde de la desaparición. Esta vez no hay autor de renombre entre las bambalinas de su cancionero, sí presencias como la de Juanele, inseparable de la ciudad/río, o como la de Juan José Manauta, pienso, porque cada vez que Castañeda hable de hambre, o todavía más, cada vez que cualquier gualeyo hable de hambre en este lugar en el mundo, es como citar al Chacho en sus poemas o en su famosa novela: “Las tierras blancas”. Es el trabajo de la memoria el que lleva adelante Castañeda, el trabajador de la cultura, junta esta vez retazos de vidas de gente conocida o imaginada a partir de esos conocidos, para contar una memoria de su aldea.

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