domingo, 28 de diciembre de 2014

Evo Morales y Juan José Manauta se dan la mano

Cuando un hombre sostiene un libro entre sus manos, dos almas se acercan a la imagen de la esperanza. En el camino a la esperanza hubo y hay mucho dolor: tantas historias tristes que a lo largo de los años han hecho nido en la región, en la Patria Grande, en la América Criolla, en el decir del poeta entrerriano Marcelino Román. La esperanza siempre en el centro del sueño.
Acabo de ver la foto del presidente de Bolivia: Evo Morales, con un ejemplar de los Cuentos Completos de Juan José Manauta en sus manos. Pero si es mi libro, me dije, porque tanto disfruté los cuentos de este otro escritor entrerriano, el Chacho, nacido en esta ciudad de Gualeguay, y hoy entregado al eterno dibujo de su ceniza sobre el agua de su río. Evo Morales está recibiendo el Doctorado Honoris Causa entregado por la Universidad Nacional de Entre Ríos. Entre los obsequios recibidos está el libro de cuentos. Feliz ocurrencia porque podría decirse que estos dos hombres, el que va dentro del libro y el que lo recibe, los dos hombres que se dan la mano, tienen una esperanza compartida: la de la justicia social en un mundo que sea para todos, y un mundo que recueste su memoria en los orígenes de nuestra historia como naciones, como región, como lugar donde sus criaturas puedan vivir en paz. Feliz también es el hecho de destacar que el libro ha sido editado por la editorial de la Universidad.
Al ver el libro en manos de Evo, recordé la primera vez que tuve la suerte de compartir una mesa con el escritor José Saramago. Fue en el 2000, en el subsuelo de un café en La Recoleta. Había llegado a la Argentina para presentar su novela: La Caverna. Anoto el título y ante mí se alza el mundo globalizado: la globalización de las miserias: el mundo que sufre y al que se opone el alfarero Cipriano Algor, y al que como “ciudadanos” pensantes se oponen los hombres que ahora se dan la mano en la foto. En un momento Saramago tomó un ejemplar de La Caverna entre sus manos, y ciertamente fue una maravilla. Siempre me maravilló ver cómo aquellas personas que saben de acariciar un libro, comienzan el acercamiento. Había cierto erotismo en los movimientos de las manos, y sí, era inevitable, tiene que ver con otra de las sintonías del amor. El escritor portugués dijo que había que cuidar el libro, la forma libro, porque dentro de él había un hombre, el autor.
Veo a Evo Morales que espía dentro del universo de Manauta. A qué inmensidad estará asomando su mirada de justicia y memoria: a los vaivenes guerreros del mayor Ponciano Alarcón y el sargento Martín Flaco, integrantes de la tropa derrotada de López Jordán, historias de después de la batalla en el arroyo Don Gonzalo, donde los porteños estrenaron las Remington a repetición contra los alzados de Entre Ríos, y ahí otra vez el poder abatiéndose sobre los que quieren autonomía y trato justo. Sin dudas Evo Morales encontrará semejanzas con otras historias en la América Criolla. Acaso habrá leído dos líneas entre el murmullo y la emoción de tanta gente, y ya está anoticiado de los amores tiernos de Ana, la turca, o quizá ya sepa de Charito, o de Jacobino Almarza, el llevador de almas: tanta falta hacen sus servicios en esta América de muertes escondidas, hay tantos muertos necesitados de volver a casa. Quizá ya sepa, a poco de haber mirado en el horizonte del Chacho que este hombre al que hoy le estrecha la mano es otro de los grandes que de tanto contar la aldea, la hizo galaxia, como galaxia terrena quiere este obrero presidente hacer de su país, y otra vez, de la región, el universo.
Qué tiempos estos que permite ver a un presidente distinto, con valores humanos, un hombre amigo de la palabra simple, un hombre que trata de explicar la mecánica mezquina de este mundo a todo aquel que quiera tomarse un momento para escucharlo. El mundo globalizado del que da cuenta Saramago en La Caverna (habla de globalización sin que la palabreja aparezca ni una sola vez en la historia) es el territorio al que hay que cambiar las coordenadas. Cambiar la flecha indicadora de los tiempos, ese el sueño, la esperanza, de dos hombres como Evo Morales y Juan José Manauta, los de la foto.
Me encontré con la palabra del fotógrafo Pablo Merlo: “Hace algunos años tuve el privilegio de retratar a Manauta para la tapa de sus obras completas, trabajo que llevo en el corazón, hoy fui testigo de cómo llegaba a las manos de Evo”. La foto de Merlo es una obra de arte, lo destaca Sergio Delgado en la edición: “La primera y última imagen que muchos lectores tuvimos de Manauta escritor es precisamente la fotografía que ilustra la tapa de este libro. Su barba blanca, sus ojos bajos, reconcentrados, y la luz que viene de su izquierda dejando el rostro como menguante brindan, a un mismo tiempo, curiosamente, una impresión de sabiduría y declive. Se tiene el retrato de alguien que ha alcanzado, lenta pero firmemente, un cierto estado de plenitud; es el rostro de quien, satisfecho de sí, se reconforta en su silencio, como un paisaje de colinas vuelto sobre su propia memoria. El agua, el aire, la tierra y el fuego, al cabo de una prolongada confrontación, han dejado en ese rostro su marca indeleble y allí residen, como manteniendo una tensa vigilia. El arte de tapa ha querido privilegiar, entre todos estos elementos, el fuego”.
Del fuego sabe el presidente de Bolivia que aparece en la foto a la que ahora vuelvo la mirada. Hay una particularidad en el momento del click. Todos los presentes dirigen sus miradas hacia el cuadro que también le obsequian Morales. Todos pendientes de la seguidilla de objetos, y en especial del cuadro, ignoro quién es el autor, pero creo que a Evo habría que haberle regalado un cuadro de Roberto “Cachete” González, plástico notable, también nacido en Gualeguay: él también le estrecharía con ganas la mano al presidente. Cachete fue hermano de vida e ideas de Manauta. El cuadro recibe todas las miradas, los que rodean a Evo también se desentienden de su figura. En el instante del click hay un ausente: el mismísimo Evo Morales, quien se ha tomado un momento para hojear el libro. Sus manos saben de la forma libro, y sabe él que cuando se recibe un libro, cuando un hombre que sabe de la lectura recibe un libro, lo acaricia, lo espía, le hurta amigablemente alguna línea. Los demás se adelantaron. Evo Morales se tomó su tiempo, en ese “mientras tanto” iniciaba la amistad con el libro y estrechaba la mano de otro hombre, un hermano.
Lucía Montero, la compañera de Juan José Manauta, me dijo en relación a los hombres que se dan la mano en la foto: “El día de la elección de Evo, con Chacho festejamos. Recuerdo que brindamos y que hablamos de lo importante e inédito que era el hecho de que un presidente fuera, en un país como Bolivia, miembro perteneciente a la mayoría de una clase social que nunca había sido representada. Nos pareció un sueño. Él era muy partidario de toda la movida que se daba en Latinoamérica. Y yo, que también pienso lo mismo y que sé lo que pensaba él, sentí una gran emoción cuando vi la foto. Pensé que él se hubiera emocionado, que hubiera estado encantado, y que hubiera dicho seguramente: ‘Voy a tener un lector más’. A Juan José siempre le importó que lo leyeran”.
Pensé también en invitar al recuerdo o la reflexión a una de las hijas del Chacho, la escritora Leticia Manauta, que dijo de los fotografiados: “Juan José seguía reivindicándose como marxista, también como defensor acérrimo de la Revolución Cubana, a pesar de todo. Evo se reivindica socialista, marxista, etc. Defensor de la Revolución Cubana, pero con mirada propia, y el Manauta: político, y el Manauta: escritor, se sentían representados, amigos: admiradores de los cambios introducidos por Evo. Pero además papá, que nunca fue peronista, sí simpatizó de inicio con el Kirchnerismo, con Néstor, y aún más con Cristina. Cuando Néstor murió, estaba contento con lo que pasaba en el país, en su provincia. Admiraba de Cristina, además de su belleza, incurable mujeriego, su talento, su discurso contestatario, su valor y entereza. Por eso el orgullo del libro en las manos de Evo; aún mejor hubiera sido un encuentro personal. Pero así es la vida, se encontraron”.
Un presidente que no es uno más en la historia, un escritor fiel a sus ideas y a su escritura, una foto, un tiempo de click para que estos dos hombres se dieran la mano: sinceros, transparentes, como cuando se encontraron dando vida a la palabra.

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